En la carrera de Campillos en el primer control me salté una señal y penalicé 3 minutos.
Me concentré a tope y me puse de detrás de De la Hoz, a un metro, con la intención de seguirle o morir. En un paso entre dos piedras golpeé la cadena y se me enredó en el piñón, lo que comúnmente se llama un “buruño”.
Mi mundo se derrumbó.
Mi apuesta era acabar esa carrera y rozar el podio madrileño de mi categoría. De hecho acabaron tres.
Ya sabéis, meterse en Campillos y acabar requiere una preparación técnica de años, y física de meses. Tenerlo todo muy claro.
Y allí estaba yo, en un cañón estrecho, mirando la cadena y maldiciendo, dejando correr por mi mente furiosa todas esas imágenes…
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