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Cronica Copa TT. Gata dic-09

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Si cogéis un mapa del tiempo de la semana pasada y os fijáis en medio de la provincia de Cáceres, casi pegando a Portugal, veréis una nube de color negro, con unas gotas cayendo.

Justo debajo está Gata.

Este fin de semana tampoco hubo polvo en Gata.

Los sábados de la Copa TT tienen mañanas cargadas de ilusión. Antes de llegar al pueblo pienso que me he equivocado varias veces, porque el GPS no reconoce nada y en esas montañas parece que no puede haber civilización. Pero no, allí hay una boina amarilla. Allí hay un parque cerrado medieval, embarrado, humeante. Arriba las montañas no se ven: hay niebla; la nube negra está en su sitio.

Viene conmigo el gran Crespí, en su tiempo lechón y hoy endurero bragado y peleón, que no rehúye nunca la batalla. De los que siempre corre con camiseta.

Salimos a la vuelta de reconocimiento con ilusión, como ya digo. A ver qué nos depara esto. Primeras sendas de subida; en un badén hay un pallet para pasar que va a sufrir mucho este fin de semana. Bajada larga y rápida, por sendero estrecho con alternativas. Humedad. Olor a raíces y tierra removida; bosques de pinos, caminos rotos, una pista ancha y llegamos a la crono.

Tras un camino rápido, llegamos al cortafuegos que en gran medida va a definir la carrera. Para siempre ya el “primer cortafuegos”. Es largo, ancho y con poca pendiente, pero el agua lo hace impracticable; si te paras no sigues, de ninguna de las maneras. Se monta aquí ya el primer festival: llego casi hasta arriba, que si no coronas para el caso es lo mismo que haber subido dos palmos, y hacia abajo veo un colorido inmenso: motos naranjas, azules, rojas, verdes, amarillas, chubasqueros, chaquetas. Cascos puestos. Cascos quitados. Afiladoras, cafeteras, blasfemias. Sudor. Angustia. A penas llevamos 15 kilómetros y aquí nos quedamos.

Esto va a implicar que la crono quede desvirtuada: los primeros pilotos que no han encontrado tráfico han pasado bien, sean buenos o malos. Los que se encuentran un obstáculo en la subida no pasan, sean buenos o malos. Las diferencias en la crono son abismales: desde los 20 minutos hasta las horas.

La nube negra sigue en su sitio.

A trancas y barrancas consigo pasar, y llegar al final en un dignísimo 74º puesto. Pero cuando llego yo sólo han pasado 50 pilotos…Crespí me da un buen correctivo y me pone en mi sitio, quedando el 42.

Tras kilómetros de pistas rápidas, alguna senda, caminos bacheados, llegamos al “segundo cortafuegos” (hay muchos más entre medias, pero sólo estos dos tienen nombre). Más de una hora para pasarlo. Más estrecho que el otro, y más cabrón. Además ambos dan una sensación acongojante porque con la niebla nunca sabes cuánto queda.

Arriba me encuentro con Suso, al que no veía desde Villablino del año pasado. Nos adentramos en otro espécimen del enduro: El Viejo Guerrero (no confundir con Perro Viejo). Es más importante llegar a ser un Viejo Guerrero que campeón del mundo de enduro.

El Viejo Guerrero tiene más de 50 años, necesariamente; si no, no se puede ser Viejo Guerrero. Viene a la carrera, y acaba la carrera. Comenzó a competir con dos amortiguadores, con motos poco fiables, de dos tiempos, que pesaban 130 kilos. Por su 45 cumpleaños le regalaron un peto que tardó en aprneden a ponerse y auq aún hoy le resulta incómodo, y el gps le parece una abominación del diablo.

Sabe que la potencia de la moto es secundaria, y más ahora que con las máquinas modernas la entrega de potencia es más dulce que un pastel de chocolate. Los Viejos Guerreros no pelean con la montaña, la utilizan. No gritan cuando fallan, por no perder fuerzas y porque no fallan. No necesitan dos oportunidades, son endureros de primera oportunidad.

En los tiempos antiguos el campo funcionaba al revés: había más gente a diario que el fin de semana, que no había nadie; si encontraban a la guardia civil, se paraban a charlar, y eran encuentros siempre agradables, e incluso recibían consejos de ellos de dónde estaban las mejores trialeras.

NUNCA he visto a un viejo guerrero haciendo el afilador. NUNCA he visto a un viejo guerrero pasar por encima de otro piloto. NUNCA he visto a un viejo guerrero increpando a otros porque se han parado en una subida, porque han dejado la moto en medio, porque van despacio…

Los Viejos Guerreros adelantan al personal sin hacer ruido. Los viejos guerreros cuelan sus dorsales 800 en mitad de la carreras, silenciosamente, y como el enduro de ahora ya no es el de antes, cuanto más difícil es la carrera, mejor quedan.

Por la noche llegan a casa y sus mujeres bajan la copa al trastero, junto con las demás “hojalata que teníamos que ver si la pudiéramos vender o regalar, porque para qué queremos tanta chatarra”. Como la mujer ya ha renunciado a que su marido no se vaya por ahí a sabe Dios qué montañas a montar en moto, que un día le va a dar algo, el Viejo Guerrero también ha renunciado a discutir sobre el tema de los trofeos con su mujer. Pero ahí que se quedan los trofeos, y a la próxima carrera no faltará.

Pronto nacerá un nuevo nieto, a ver si por fin a este le entra el gusanillo del enduro, y le deja su legado en forma de consejos y de fotos del año de la tana.

Bien, pues Suso es un viejo Guerrero, corre con una Montesa Clásica 2T a pesar de tener también una KTM moderna, y cuando necesité su ayuda, me ayudó. Y me lo recuerda: “A ti te ayudé, te he visto los ojos y me he acordado”. Cierto. Además baja como un diablo.

Empapado, por fin vuelvo al parque cerrado. El equipo de Los Gañanes de la Solana ha cogido la mejor casa rural del pueblo. Ahí está Paco, viejo amigo, con el que me he encontrado varias veces en la vuelta, Briones, con su Suzuki dos tiempos, esta sí que ready to race, Alejandro, todo un pro; Pepe, KTM quinientos y pico, otro pro, que pinchará mañana y no dará ni una vuelta; Domingo, Honda grande ande o no ande el tercero mejor en dos vueltas. Por tener tienen hasta dos doble ceros. Las chaquetas al lado de la chimenea, las motos a 100 metros en el parque cerrado, y la casa en el tramo neutralizado. Lo dicho, la mejor casa del pueblo. Me voy a comer con ellos.

Ah, se me olvidaba. La nube sigue en su sitio, haciendo su trabajo.

En el restaurante, ya un poco tarde, están desbordados. Me alegra que las carreras traigan alegría y consumo a estos pueblos, en los que parece que la inflación no existe. Me encuentro con Carlos, madrileño afincado en Ávila, nuevo en el enduro, pero futuro buen piloto por su perseverancia. En Villablino sufrió mucho, pero completó una vuelta. Aquí ha llegado al primer cortafuegos: “mira Rafa, yo salgo, y hasta donde llegue, llego, que vengo a disfrutar”. Le digo que si se atasca que negocie con otro piloto, que se ayuden a pasar lo peor, y aunque tarden media hora podrán seguir. Me siento un poco culpable porque en Villablino le dije que esto nunca era tan complicado, y la verdad es que Gata es más difícil de lejos…Y no ha visto el segundo cortafuegos…

Al volver a ver la clasificación de la crono ha cundido el pánico. Un chaval joven no ha vuelto aún del monte y se está haciendo de noche. Ha ido a buscarlo Mauro con la moto, la guardia civil e Ignacio (con la boina) se va con un lugareño en un todo terreno. La situación es acojonante, y no me gustaría nada estar en su pellejo. Con la rumorología clásica nacional, (en un campeonato de rumores también ganaríamos la Davis) se empiezan a oír cosas espeluznantes, sin fundamento y sin lógica, como se verá rápidamente.

En el hotel de Acebo no tengo cobertura; Vodafone no tiene cobertura en ningún punto del pueblo. Sabiamente, la dueña del hotel me dice que no hay problema, que a este sitio a lo que se viene precisamente es a no hablar con el móvil. Me deja un teléfono para llamar a mi mujer, no sea que me ubiquen a mí también en el monte.

Cenamos al lado de un chico de Barcelona que se ha hecho 900 kilómetros para venir a la carrera, y además con gripe. Definitivamente la Copa TT tiene algo especial: no sé si el formato de carrera con dos días y maricón el último, si el ambiente, si el sistema de puntuación, si los recorridos, unas veces asequibles y otras veces extremos, las verificaciones no “muy exigentes”, o quizá todo junto. Y además, hoy en día importante, que las carreras se celebran.

Y casualidades de la vida, la intuición de la dueña del hotel es buena, y el chico perdido está alojado aquí; y llega a cenar cuando nosotros acabamos. Esta es la historia:

Tiene 18 años, viene con su tío y un amigo de su tío. Tiene una KTM 450, o tenía, porque no sabemos si la encontrará. Y nada de cosas raras. EL chaval le ha dado tantos intentos a los cortafuegos que se ha quedado sin gasolina. Le cae una peta tremenda. Por unos momentos me da pena, pero la verdad es que todo lo que le digan es poco después de la que ha laido, con decenas de personas movilizadas.

Me voy a dormir; ya sabéis: un último pensamiento para mi mujer, comprensiva con mis aficiones, respetuosa con mi libertad para montar en moto; guapísima, inteligente. Y otro para mis hijas.

Ya no sueño con las carreras; me estoy haciendo viejo.

A la mañana siguiente la nube sigue en su sitio; creo además que es la misma que ayer, pero con más agua. No ha parado en toda la noche. “Cómo os vais a poner, no corráis. Quedaros aquí y os preparo algo a media mañana, hijos míos” dice la dueña del hotel. Nos lo pensamos, pero no, vamos a correr.

En la parrilla deseo suerte a los compañeros Petardos: Correca (enhorabuena por ese nuevo podio) y Motolín. Saludo a los chicos de La Decadencia, X-Men (enhorabuena por ese podio también) y Malvado, que no tiene cara de malo.

La salida es novedosa: de dos en dos. Más tranquila. Me ahorro la hipertensión de estos momentos y decido ir entrando en calor poco a poco. Me tengo que plantear volver a encontrar la mentalidad killer. En mi caso, para acabar estas carreras lo tengo que hacer todo bien e ir a un 110%; cuchillo entre los dientes, no desperdiciar ni un metro para retorcer el acelerador; haciendo esto, si no paro jamás y no tengo ningún enganchón, quizás consiga dar las tres vueltas. Pero no tengo ese punto mental. Voy tranquilo.

Todo es secundario hasta el cortafuegos; cuando llego nuevo festival. Además me hace gracia porque hay grupos de pilotos parados en los dos sitios en donde se puede coger inercia: abajo del todo, y en el primer tercio. Supongo que estudiando estadísticamente por dónde sube más gente. Yo me tiro como un venado. Vamos parriba.

Casi, casi, casi…. pero no.

Me giro; no encuentro sitio ni para bajar. Valoro las opciones. Estoy casi casi, JODER. 5 metros más adelante la moto va a salir; comprendo profundamente lo que significan 5 metros en una carrera de 150 Kms. Negocio. Rápido. Necesito a alguien que ya haya asumido la realidad. Ahí está un chaval con una honda: “Si me ayudas te ayudo”. Se me queda mirando. Pasa el Viejo Guerrero con su Montesa, despacito pero sin pausa, y el chaval lo mira estupefacto “No pierdas más tiempo. Solo no vas a salir. Si me ayudas te ayudo”. Me mira, y hace un gesto de asentimiento. Pasamos el cortafuegos, pero yo he perdido 25 minutos vitales. Arriba nos damos la mano.

La bajada es preciosa. Es otro cortafuegos que acaba en un control cargado de ambiente, con carpa, lumbre, fotógrafos, aplausos… Aunque es larguísimo se ve todo desde arriba, y a los pilotos que van bajando, pocos, porque se corona con cuentagotas, todo en un msimo cuadro. Después viene otra subida que empieza con losas de piedra, y otra bonita bajada, más retorcida que la anterior. Me centro más en enfilar bien la senda que en frenar. Freno motor. Va, va, va. Llego abajo con las piernas y los brazos ardiendo. Uf, he perdido forma. Ya os lo he dicho otras veces: las trialeras no se pueden replicar en el gimnasio.

Llueve a mares.

Empiezan las pistas, anchas, duras, serpenteando por las montañas. Me llevo un par de sustos. Me digo varias veces que aquí no se gana tiempo, pero se puede perder mucho. Sin embargo no resisto la tentación de abrir gas, de deslizar, de entrar cruzado.

Han quitado el “segundo cortafuegos” y lo han cambiado por una subida menos pronunciada pero larguísima. Y después la bajada. Eterna, rebotona. Por la senda baja un río. La moto se embala; hay mucha niebla. Aguanta. Respira. Deja caer la moto. No te sientes, atrás. Por el sitio. Va, va. Si no puedes frenar, no frenes, ya pararemos. La vuelta ya está hecha. Nunca antes había hecho una carrera tan solitaria. Llevo como 40 minutos sin ver a otra moto.

Tras unas cuantas pistas más, una subida en zigzag y un camino muy roto pedregoso de subida y de bajada no muy pronunciadas, llego a Gata.

Cómo llueve.

Echo gasolina; Dios, cómo pesa la garrafa. Cuánto tarda en caer. Bebo agua. Engullo un plátano. Limpio las gafas. Queremos más.

EN la segunda vuelta el “primer cortafuegos” tiene un aspecto espectral. La niebla se ha cerrado y no hay nadie. ¿Qué ha pasado aquí??. Intento subir por la izquierda, todo lleno de losas de piedra y fallo. Pero en mi momento de reflexión veo pasar dos pilotos por la derecha sin problemas, donde antes estaba el mayor atasco. Bajo, y subo sin ni siquiera poner un pie en el suelo. Mira tú, las leyes de la inercia.

En la bajada al control masivo me pasa un tío como un obús, que me silba antes. Siempre, siempre, el límite está mucho más lejos. Abajo está Mauro que me ayuda a limpiar las gafas; definitivamente, no tengo mentalidad killer: primer principio, nunca pares.

En la segunda vuelta vuelvo a disfrutar del enduro como hacía tiempo. Atrás quedan la mesa de operaciones, los fantasmas, la rehabilitación, la fiebre, el dolor enfermizo incrustado en el cerebro y en la rodilla, la impotencia (de movimientos)… el fondo del pozo.

No llego en tiempos de dar la tercera vuelta. No sé si hubiera podido de todas formas. Lo reconozco, siento algo de alivio cuando me dicen que no puedo salir por poco. Lo dejamos así entonces...

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como siempre.....rtorres. Excepcional!!!

Ignacio deberia recopilar tus cronicas y hacer un libreto y regalarlo a todos los pilotos...

me encanta este parrafo. Porque yo, aunque me considero joven 8) , e inexperto en esto del enduro, es como me imagino este deporte

El Viejo Guerrero tiene más de 50 años, necesariamente; si no, no se puede ser Viejo Guerrero. Viene a la carrera, y acaba la carrera. Comenzó a competir con dos amortiguadores, con motos poco fiables, de dos tiempos, que pesaban 130 kilos. Por su 45 cumpleaños le regalaron un peto que tardó en aprneden a ponerse y auq aún hoy le resulta incómodo, y el gps le parece una abominación del diablo.

Sabe que la potencia de la moto es secundaria, y más ahora que con las máquinas modernas la entrega de potencia es más dulce que un pastel de chocolate. Los Viejos Guerreros no pelean con la montaña, la utilizan. No gritan cuando fallan, por no perder fuerzas y porque no fallan. No necesitan dos oportunidades, son endureros de primera oportunidad.

En los tiempos antiguos el campo funcionaba al revés: había más gente a diario que el fin de semana, que no había nadie; si encontraban a la guardia civil, se paraban a charlar, y eran encuentros siempre agradables, e incluso recibían consejos de ellos de dónde estaban las mejores trialeras.

NUNCA he visto a un viejo guerrero haciendo el afilador. NUNCA he visto a un viejo guerrero pasar por encima de otro piloto. NUNCA he visto a un viejo guerrero increpando a otros porque se han parado en una subida, porque han dejado la moto en medio, porque van despacio…

Los Viejos Guerreros adelantan al personal sin hacer ruido. Los viejos guerreros cuelan sus dorsales 800 en mitad de la carreras, silenciosamente, y como el enduro de ahora ya no es el de antes, cuanto más difícil es la carrera, mejor quedan.

Por la noche llegan a casa y sus mujeres bajan la copa al trastero, junto con las demás “hojalata que teníamos que ver si la pudiéramos vender o regalar, porque para qué queremos tanta chatarra”. Como la mujer ya ha renunciado a que su marido no se vaya por ahí a sabe Dios qué montañas a montar en moto, que un día le va a dar algo, el Viejo Guerrero también ha renunciado a discutir sobre el tema de los trofeos con su mujer. Pero ahí que se quedan los trofeos, y a la próxima carrera no faltará.

Pronto nacerá un nuevo nieto, a ver si por fin a este le entra el gusanillo del enduro, y le deja su legado en forma de consejos y de fotos del año de la tana.

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Coño, menudo cronicon, que pasa que nadie tiene ninguna foto de esta carrera para acabar de ilustrar este grandisimo relato?, un 10 como todas tus cronicas.

Me estaba planteando debutar en competicion en la del 31 de enero pero coño, menuda paliza da casi miedo, pero solo casi, haber si nos vemos por alli con el año nuevo, un saludo.

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Carlos Molina Ibáñez

Buena crónia!! yo también estuve corriendo, es la segunda que corro tras merindades 2009, y el formato de carrera me gusto mucho, los paisajes, el pueblo donde lo organizan lo bonito que es, lo bien organizado que está...

Hizimos muchos kilómetros, desde Castellón exáctamente, pero merecio la pena.

Pienso que si no huviera llovido, el recorrido seria un poco light, a excepción de los cortafuegos, que tenian su truco (inercia a tope=acelerador a tope), pero llovio y no poco y estubo mas entretenido para todos, bueno a ver que tal la siguiente.

Saludos :wink:

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Calabet, mira ,rajarme yo NUNCA, QUE SOMOS ENDUREROS AUUUUUHHH, AUUUUUHHHHH, AUNQUE SEA CON LAS TRIPAS FUERA ME PRESENTO, ESO SI CONTIGO DE FIEL ESCUDERO, ya que nuestro fang estara pendiente de otras cosas maaaassss importantes, haber si nos toca correr a todos y no por los caminos precisamente :lol: :lol:

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