Saliendo por orejas IX: El verano, el trial y la madre que nos parió. By Buds.

trial001Llega una edad en la que el cuerpo ya no esta para aguantar mucho trote. Te pasas todo el invierno recibiendo golpes en esas trialeras en las que algún desaprensivo te mete cada domingo por la mañana (la de los 100 euros por ejemplo), o recibiendo pedradas detrás de algún tío en una 4T en cualquier circuito de motocross, o levantando la moto en la enésima caída entrenando esa crono que ya te tiene amargado en la que todos te meten la del pulpo… poco a poco va llegando el calor, las ganas de ponerse toda la armadura de supervivencia se van diluyendo, y la locura motera del invierno-primavera va dejando paso a ese espacio de reposo motero al que llamamos verano.

El verano, para mi, siempre debería ser un espacio libre de motos. Perdón. No me he expresado bien. Debería ser un espacio libre de golpes y sufrimiento. El verano son esos meses en los que hace demasiado calor para salir a hacer enduro, en los que hay demasiado polvo como para meterse en un circuito de motocross. El verano debe ser ese espacio de tiempo en el que el cuerpo se olvida poco a poco del dolor, de los antebrazos agarrotados, de las rodillas machacadas, de los sufrimientos de lumbares… para que cuando llegue el otoño, con el buen tiempo (es decir, la lluvia), vuelvas a mirar a tu moto con ojitos tiernos y la muñeca derecha desbocada.

Lo que pasa es que siempre viene alguien y lo jode. El verano, quiero decir. Hace algunos veranos a algún iluminado del grupo de amigos se le ocurrió, no se muy bien por que motivo, que todos debíamos comprar minimotos. Si si, no es broma. Minimotos, de esas de asfalto. De repente, había circuitos de minimotos por todas partes. Y sin saber muy bien como ni por que, un tranquilo verano acabo convertido en una ensalada de hostias y arrastrones por el asfalto, en un sufrimiento continuo de roturas y reparaciones de minimotos chinas, en piques violentos que siempre acababan con alguien debajo de tres minimotos. Lo único que recuerdo de aquel verano es el dolor continuado de todas mis articulaciones destrozadas intentando meterme dentro de aquel enjendro, y los múltiples golpes recibidos por parte de mis queridos «amigos»… algunos entendieron que las frenadas de fin de recta erán realmente una partida de bolos, y era necesario tirarlos todas las veces (hubo alguna moción para quemarle la moto a chemita).

Lo de las minimotos se nos curó rápido. Pero… la capacidad de locura de un grupo de moteros no suele tener limite, y siempre hay alguno que viene jodiendo. Poco después, otro verano que iba a ser tranquilo, se convirtió en el verano del supermotard. Y sin saber como ni por que nos encontramos corriendo en aquel desaparecido campeonato de Madrid de Supermotard. Corriendo carreras de noche y de día. Saltando mesetas con slicks (no se lo recomiendo a nadie), intentando derrapar (y derrapando con el culo asiduamente), y jugándonos la poca dignidad que nos quedaba intentando hacer vueltas rápidas (sin conseguirlo). La idea de verano tranquilo es bastante incompatible con lo siguiente: llegas a final de recta de Los Santos a toda hostia con la 450, mas rápido de lo que crees que puede llegar ningún ser humano salvo que vaya montado en el Challenger, bajas dos marchas mientras metes el freno de delante a fondo y la moto empieza a deslizar de lado… te crees que eres bueno, te crees que le podrías dar pal pelo al Chambón, te crees la reencarnación de algún dios griego de la velocidad absurda… y de repente te pasan tres o cuatro tios de los que si que saben de que va el tema, gas a fondo, sin haber iniciado el trámite de tirar de frenos todavía… y te vas al box a llorar al fondo de la furgoneta.

Lo del supermotard nos lo curaron rápido. Los de los circuitos se dieron cuenta enseguida de que los de las motos no dejábamos suficiente dinero, a diferencia de los Kart, y de que encima nos dábamos algunos palos que asustaban. La federación se fue olvidando del tema… y el supermotard para algunos de nosotros quedo convertido en una caja de carton al fondo del garaje con un brembo y unas llantas…

Por suerte, este verano se preveía tranquilo. Saturados de moto, las conversaciones se basaban en playa, surf, terracitas… y sobre todo, descanso de la absoluta sobreestimulación que solemos llevar del tema de las motos. Lo que pasa es que siempre viene alguien jodiendo. Y a un iluminado se le ocurrió que debíamos probar eso del trial.

¿trial???? Pues si… nuestra última frontera. El mas allá del endurero. La escusa soñada cada vez que nos quedamos tirados en una trialera «es que yo nunca he hecho trial…» Y con el apoyo del Yeti, que venia dando por saco con lo del trial desde hacia mas de un año, al final hemos acabado intentado redescubrir aquello del «placer del equilibrio dinamico».

Así que un verano que se preveia tranquilo, ha acabado convirtiéndose en una ensalada de arrastrones intentado entender por que esas «motos» no llevan asiento, enfrentandonos a brutales escalones de dos palmos que dan mas miedo que una noche loca con Leire Pajín, visualizando troncos a los que hay que subirse no se muy bien por que motivo, y cayendo de cabeza por barrancos…

Y lo jodido del tema es que nos estamos divirtiendo como niños pequeños, pero no como niños normales, no… sino de los del tipo psicopata. Ahora mismo, tengo una moto de trial vieja en el garaje de Nacho. Es con diferencia la moto de campo mas barata que he tenido en mi vida. Y en solo tres salidas con ella he empezado a divertirme como hacia tiempo que no me divertía. Nadie me esta lijando en ninguna frenada, ni estoy deslizando con el culo por el asfalto. No tengo sudores fríos mientras caliento el motor dándole vueltas a si me voy a tirar el doble o no. Solo estoy yo, mi vieja cota, la diversión absoluta e infinita, y las risas desatadas y crueles de esos cabrones que en algunas culturas llaman «amigos» cada vez que salgo rebotado para atras de ese escaloncito de dos palmos.

Así que amigo endurero y crosero… no se que coño estas esperando para probar el trial si todavía no lo has hecho. De verdad, se pasa mas miedo de lo que puedas imaginar. Y… amigo trialero, cuando veas a un tipo desgalichado y con pinta rara, con una cota vieja con un manillar de pit bike de dos palmos de alto, no te descojones de mi…  he sufrido mucho para llegar hasta aquí… te lo prometo.

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